10.1.20

Debussy

Logra crear con la música, además de sus características atmósferas volátiles, un espacio en el que el oyente se sumerge como inmerso en un paisaje -medio ficticio- en el que concurren miles de acontecimientos a su alrededor, que pueden ser ínfimos y muy sutiles, e imprevisibles, pero que, al sentir una detención del tiempo, logran afectar al observador que se encuentra solo ante tantos microcosmos, todos de igual interés y valor, aunque casi indetectables a veces, con una intensidad tal que queda absorto, impresionado, sin tener que pensar en consecuencias. El compositor pinta con la música imágenes en las que no hubiéramos hecho participar el sonido, tal es el deslumbramiento visual. Olvidamos tener despiertos otros sentidos, quedamos paralizados, en este sueño en el que hemos entrado, en el que sólo somos observadores impresionados por la naturaleza que nos rodea en el instante y que no nos pide que participemos necesariamente en sus tumultos y juegos (sólo si queremos, además sabiendo que no nos convertiremos en el centro de atención de este sueño). Cuando una de las piezas de Debussy se acaba, en realidad no llegaba su fin, pues en nosotros el sueño continúa... ¡Y vaya sueño extraordinario...!

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